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Foto del escritorJuan Yuimachi

Nadie defiende lo que no conoce: Mangomarca, la historia de un patrimonio olvidado

Una huaca olvidada, una larga lista de gestiones municipales, muchas buenas intenciones y solo dos personas. ¿Qué pasa con la Huaca Mangomarca y quiénes están detrás de su protección?



A simple vista parecen dos montículos de tierra en medio de una explanada, pero si uno se va acercando más desde la avenida El Santuario, en Mangomarca, dentro del distrito de San Juan de Lurigancho, el panorama empieza a convertirse en algo más interesante.


Los montículos definen sus ángulos mientras que un cartel sobre una malla metálica, a un lado de la carretera, revela que es un recinto arqueológico.


Esa misma malla ha estado ahí desde hace varios años: dieciocho, para ser exactos y son los vestigios de una de las obras que hizo la municipalidad de San Juan de Lurigancho para proteger a la huaca. Desde entonces, pocos se han visto interesados en el área.




Pero continuando con nuestra visita; si la curiosidad nos ha ganado y decidimos bajarnos para visitar el lugar, lo primero que veremos (después de cruzar el cerco), será un mural en el que se lee: “Mangomarca ecológica. ¡No contamines, sé parte del cambio!” Y bajo la frase, decenas de graffitis se sobreponen unos a otros en una pared descascarada, tan contaminada como la misma huaca. Y solo es el principio.



Lo siguiente que ganará la vista es una rudimentaria cancha de fútbol: un área aplanada y tizada, con dos arcos de madera. Todo a un lado del sector C del recinto arqueológico. Y es que la misma huaca está dividida, tanto por la avenida El Santuario como por las administraciones que la protegen.


Sin embargo, para comprender la situación de la Huaca Mangomarca, primero hay que conocer a la misma huaca y los años de historia que alberga entre y alrededor de sus muros precolombinos.



La huaca como testigo


En la antigüedad, la Huaca Mangomarca fue un importante centro social por el que pasaron varias culturas. Desde los Huanchos-Yauyos, una etnia aymara que se asentó en el valle de San Juan de Lurigancho, hasta los Ychma, que llegaron al lugar entre los siglos IX y XV d.C.


Cuando el recinto quedó abandonado con el pasar de los siglos y la zona alrededor de la huaca la ocuparon nuevos habitantes, el lugar volvió a ser visitado, sin embargo, no de la manera que se esperaba.


Prueba de ello es el mismo estado de las ruinas, que muestran el descuido y el maltrato de los vecinos a lo largo de los años.



Para empezar, el tamaño original del recinto sufrió una considerable reducción cuando se construyó la avenida El Santuario, que cruza la urbanización de Mangomarca. Lo que dividió el lugar en tres sectores: A, B y C.


Según el Instituto Nacional de Cultura (INC), antes de la obra, la huaca poseía 42 mil metros cuadrados aproximadamente, una medida equivalente a la del Estadio Nacional o 40 piscinas olímpicas.


Pero no es lo único que ha afectado a la huaca. Para 2001, durante la gestión de Claudio Zúñiga, el recinto arqueológico fue testigo de la aparición de una cancha de fútbol en el sector C de la misma. Sin embargo, la municipalidad no se pronunció ante lo ocurrido ni ejecutó un plan de acción para quitar la cancha y proteger el área.


Paralelo a todo esto, la Huaca Mangomarca ha sufrido de contaminación y daño físico a sus muros por parte de los mismos vecinos, que arrojan basura, queman desperdicios y pasean a sus mascotas alrededor de las estructuras.


Además, el descuido y abandono por parte de las autoridades ha causado que drogadictos y vagabundos invadan el área, buscando refugio, situación que ha incrementado la inseguridad en la zona.


La presencia de la Municipalidad


Otra de las situaciones de las que ha sido testigo la huaca, es la falta de presencia por parte de la municipalidad de San Juan de Lurigancho. Pocas veces las autoridades se han visto involucradas en la protección y el saneamiento de uno de los patrimonios culturales dentro de su distrito.


Julio Abanto, arqueólogo y director general del Instituto Cultural Ruricancho (ICR), cuenta las pocas veces que las distintas gestiones (tanto municipales como estatales) trabajaron en la huaca.

La más productiva, en su opinión, fue la realizada por Mauricio Rabanal Torres, ex alcalde del 2003 al 2006.



Abanto cuenta que durante esta gestión, él y otros colegas fueron convocados para trabajar en un ‘Presupuesto Participativo’ que inició la misma municipalidad con la ayuda de inversores privados. Con este mismo presupuesto, se realizó el cerco que rodea el sector C de la huaca.


Sin embargo, Abanto menciona que el cerco no se concluyó por falta de inversión y desde su construcción, no se le ha dado mantenimiento.


Años más tarde, en el 2013, se realizaría el saneamiento físico del sector B y C, con presencia del INC y el Ministerio de Cultura. Y para 2017, la Huaca Mangomarca ganaría el Fondo del Embajador, con el que recibiría un financiamiento de US$173, 660 dólares.


Con esta cantidad se pensaba realizar una obra de preservación y la construcción de espacios públicos alrededor de la huaca. Se llegó a dar una ceremonia en la que estuvieron presentes el entonces embajador de los Estados Unidos Brian A. Nichols, el director de Patrimonio Arqueológico Inmueble del Ministerio de Cultura, Carlos Ausejo y el alcalde de la Municipalidad de San Juan de Lurigancho, Juan Navarro. Sin embargo, las obras, previstas con dos años de construcción jamás se realizaron.


Para ese entonces, comenta Julio Abanto, la comunidad volvió a realizar una limpieza en la pirámide principal (ubicada en el sector A), pero la gestión de Juan Navarro nunca se presentó en las actividades referentes al recinto arqueológico.





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